Juan y Simón a veces juegan juntos, son vecinos, viven a dos casas de distancia.
Sus mamás se conocieron cuando ellos eran pequeños, compartieron algunas actividades referidas a la crianza de los niños. Ahora se encontraron nuevamente en este barrio.
El papá de Juan es quiropráctico. La mamá de Simón comenzó a ir todos los miércoles a tomar sesiones. La mamá de Simón y Simón fueron a la casa de la familia de Juan cada miércoles durante un tiempo a hacerse quiropraxia.
Mientras la mamá de Simón estaba en la sesión, él jugaba en la habitación de Juan mientras el estaba en la escuela.
Simón y su mamá dejaron de ir a las sesiones.
Juan y Simón seguían encontrándose en una casa o en la otra para jugar.
Un día Simón estaba en su casa con una amiga jugando y Juan, desde su casa, le preguntó si por casualidad se había llevado sin querer, unos piezas de lego. Simón le dijo que no. Al rato, Juan le volví a preguntar lo mismo, con la misma amorosidad “Simón estás seguro de que no te llevaste sin querer los lego”. Simón volvió a decir que no.
Al rato, Juan llama de nuevo y dice “Simón, me dijo Clara que vos cada vez que viniste a mi casa con tu mamá a hacerte quiropraxia, te llevaste un LEGO de mí habitación”.
En ese momento su mamá se puso más atenta y luego le preguntó a Simón por que su amiga Clara podría haber dicho eso. Simón respondió que no sabía.
Pasaron los días y las dos mamás hablaron. Acordaron que iban a volver a abordar el tema.
Días después, Simón estaba con su mamá en un bar. Su mamá le preguntó nuevamente por los LEGO. Simón dijo que no sabía nada. Su mamá le dijo que podía contarle lo que quisiera, que no lo iba a juzgar, que solo quería saber qué había pasado.
Simón, sin más, arrojó “es que me gustaban mucho, además Juan me había intercambiado un Lego que a mí me gustaba mucho entonces lo quise recuperar”. Su mamá le dijo que lo entendía, que a ella también le habían pasado cosas similares cuando era niña, le preguntó si a él le gustaría que un amigo fuera a su casa a jugar y se llevará cosas sin su permiso. También le dijo que esas cosas eran de Juan y que sería muy valiente de su parte hablar con él y devolvérselas. Simón dijo que no, porque le daba vergüenza. Su mamá le dijo que lo entendía, que ella lo podía acompañar hablar con Juan para explicarle esto mismo que le había contado a ella. Simón aceptó.
La mamá de Simón hablo con la mamá de Juan y le contó lo sucedido. Hablaron de varias cosas y llegaron a un montón de pensamientos acerca de los tiempos, los procesos, los acompañamiento y el rol adulto.
Después de algunas semanas, Simón y Juan finalmente se encontraron en la casa de Simón con sus mamás presentes. Mientras ellas tomaban mates, los niños jugaban con cartas de Pokémon.
La mamá de Simón le sugirió que era hora de cerrar la situación.
Simón fue a su habitación, busco los lego en cuestión y le dijo a Juan “Juan, te devuelvo tus Lego, no va a volver a suceder, disculpame*. Juan le preguntó si no tenía otro que le pertenecía, Simón lo fue a buscar. Y todo quedó resuelto.
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Este proceso me resulta hermosamente maravilloso y me trae mucha observación y mucho análisis de todas la situación.
El rol de los adultos es fundamental.
Pienso que los niños son el espejo de sus madres y padres. Estos niños dialogaron hermosamente. Se enojaron, se dieron tiempo, se escucharon, se encontraron.
El acompañamiento de las personas adultas es fundamental.
No hacerlo personal.
No suponer.
No etiquetar a los niños como víctima y victimario.
No hacer un drama donde no lo hay.
La comunicación de las familias.
El respeto por los tiempos y los procesos de cada niño y cada familia.
El diálogo.
La espera.
La comprensión.
El respeto.
Y por sobre todo, involucrarse. Involucrarse en serio.
No subestimar pero tampoco exagerar.
Estar atentos, dialogar, entender, aceptar.
Simón podría nunca haber aceptado llevarse los lego.
Juan podría haberse enojado “para siempre*.
La diferencia está en como acompañan las personas adultas.
Siempre.
María